Entra un tipo a una cafetería y le pide un café solo y un croissant al camarero. Al terminar, el cliente pregunta:
— ¿Cuánto es?
— 3 euros.
El cliente, un tío inaguantable, saca treinta monedas de 10 céntimos y las va tirando una a una en diferentes direcciones (una detrás de las botellas, otra dentro de la ensaladilla, otra encima de la lampara, otra en el vaso de un borracho que andaba por allí, etc.). Obviamente, el camarero se cabrea pero las recoge guardando la calma (por aquello de "el cliente siempre tiene la razón").
Al día siguiente, el cliente vuelve y otra vez y le pide otro café con croissant y al acabar le pregunta al camarero:
— ¿Cuánto es?
— 3 euros.
Como el cliente no tiene suelto paga con un billete de 5 euros, y el camarero al verlo piensa: "Ja, esta es la mía, ¡el malnacido este se va a enterar ahora!".
Y dice:
— Caballero, su cambio.
Y empieza a tirarle en todas las posibles direcciones los dos euros del cambio en monedas de 10 céntimos. Cuando acaba, sonriente y satisfecho, el cliente lo mira con tranquilidad y dice al tiempo que pone un euro en la barra:
— ¿Me da otro café y otro croissant?