Un abuelito muy tacaño yace en el lecho de muerte, y llama a su mujer:
— ¿María, estas aquí?
— Si Miguel, aquí estoy.
— ¿Y mi hijo mayor, Alfredo?
— También, papá, aquí estoy.
— Y mi hija, mi ojito derecho, ¿esta aquí?
— Sí papá, estoy aquí.
— ¿Pues entonces que narices hace la luz de la cocina encendida?