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— Y cuando ya estábamos en pelotas, va la tía y me saca un libro de la revolución protestante.
— ¿De Lutero?
— ¡No seas bruto, hombre! ¡De un cajón!
— Ayer en el mercadillo me vendieron unas chicas dos gafas por 50 euros.
— ¿Graduadas?
— La que me atendió creo que sí. La otra no creo que tuviera ni la ESO.
— Amor, dame el bebé.
— Espera a que llore.
— ¿Qué llore? ¿Por qué?
— Es que ahora no sé dónde lo he dejado.
En la puerta de unas oficinas del ayuntamiento, consultando al vigilante de seguridad:
— ¿Perdone, por la tarde no trabajan?
— No, por la tarde no vienen, cuando no trabajan es por la mañana.
— ¿Tú qué haces?
— Soy equilibrista con contrato precario.
— ¿Y te gusta?
— No está mal, pero busco algo más estable.
— ¡Qué mala suerte tengo!
— ¿Qué ha pasado?
— Es que ayer se cayó mi suegra y casi se mata, ¡casi!
Contra el coronavirus masticar dos dientes de ajo, no sirve para nada, pero todos estarán a una distancia segura.
— Camarero, me pone las sobras en una bolsa, es para el perro.
— ¡Bien! ¿Papá, nos vamos a comprar un perro?
— ¿Hay algún doctor en la sala?
— ¡Yo!
— ¿Cuál es su especialidad?
— Soy doctor en filosofía.
— Éste hombre se está muriendo.
— ¿Y qué es la vida, en realidad?
— ¿Aseguradora, dígame?
— ¡Que me he hecho Gótico!
— Y a mi que me cuenta.
— Ah, no sé ¿no había que dar parte de siniestro?
— ¿Cariño, cómo se llama esa chica con la que trabajas?
— ¿Cuál de ellas?
— Esa pechugona.
— Es una pregunta trampa, ¿verdad?
— ¿Cuál es la diferencia entre un pulpo y una silla?
— Que el pulpo tiene tentáculos y la silla tienta culos.
Tu novio llega una hora y media tarde y ni siquiera te contesta al teléfono.
Opciones:
A) Está muerto.
B) Lo estará.