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Es cierto que la princesa nació invidente, pero cuando se proclamó reina, su coronación se celebró con una gran fiesta palaciega.
— Le he comprado a mi abuelo está planta por su cumpleaños, ¿tú crees que le gustará?
— ¿Es otro geranio?
— Todavía no, cumple 73.
— Oye, ¿qué ha sido eso?
— Un elemento disruptivo. He creído oportuno romper la monotonía de la oratoria.
— Ha sido un pedo.
— ¡Bueno, llámalo como quieras!
Un señor ve a un amigo por la calle, y como le parece triste le pregunta:
— Oye Juan ¿qué te pasa?
— Es que casi atropello a mi suegra.
— ¿Qué pasó? ¿Te falló el freno?
— No, el acelerador.
— Paco, enséñale las entradas al acomodador.
— Mira, hace un año tenía melena y ahora ya ves.
— Las del cine, idiota.
— ¿No las comprabas tú?
— ¡Ojú!
Había una vez una vaca y un toro que estaban enamorados, pero ambos estaban en diferentes terrenos separados por una cerca de alambre de púas, hasta que un día el toro se armó de valor y tomando cierta distancia, fue corriendo y saltó hacia el campo en donde se encontraba la vaca. Este al fin se le acercó y le dijo:
— Querida vaquita ¿cómo te llamas?
— Me llamo Rosa Corazón -le respondió- pero me puedes llamar Rosa, ya que mi corazón ahora te pertenece. ¿Y tu como te llamas, querido torito?
— Me llamo Juan Bolas, pero me puedes llamar Juan porque las bolas me las acabo de arrancar con el alambre de púas.
— Y aquí arriba es donde experimento con animales.
— Preciosa buhardilla.
— Gracias, no fue nada fácil cruzar un ave con un roedor.
En clase el profesor pregunta qué es lo más rápido del mundo.
Pablito contesta:
— Yo creo que la cosa más rápida del mundo es el rayo; cuando cae del cielo, baja tan rápido que ni lo ves.
Juanito contesta:
— Yo creo que la cosa más rápida es la luz, porque cuando llegas a tu casa y le das al interruptor para encenderla, pulsas y al instante, sin darte cuenta, está encendida.
Y Jaimito contesta:
— Hay algo más rápido que el rayo y la luz : la diarrea. Una noche estaba en el campo y de pronto se me retorció el estómago; salí para mi casa como un rayo y cuando encendí la luz, ya se me había escapado.
— Doctor, no sé lo que tengo.
— Pues, tómese estas pastillas que no sé muy bien para qué son.