Un tío que entra en un bar y pide una caña, cinco minutos más tarde, otra, y luego otra, y otra. A las 2 horas y con unos cuantos litros de cerveza encima, se baja del taburete y haciendo eses se va hacia la salida.
Cuando llega a la puerta se gira y le dice con voz estropajosa al camarero:
— Jefe, apúntamelo en la cuenta.
El camarero que no lo conocía de nada, le dice:
— Oiga, que aquí no se apunta nada.
Y el tío, saliendo por la puerta le dice:
— ¡Olé la buena memoria!