En el compartimento del tren, una señora se sienta y coloca un cesto en el asiento que tiene a su lado.
Al cabo de un rato, un señor iba a sentarse sobre el cesto, sin percatarse, a lo que la señora chilló:
— ¡Cuidado con los huevos!
— Perdone, señora. ¿Son huevos?
— No, son agujas.